El pequeño pueblito de Ránquil, otrora un relevante y dinámico punto de intercambio comercial en la zona de Itata, es la cuna de uno de nuestros mas célebres escultores del siglo XIX, Virginio Arias. Entre sus obras más destacadas figuran la estatua del Roto Chileno en Plaza Yungay (y en la mismísima plaza de Ránquil), así como la muy actual estatua del General Baquedano en Plaza Italia y “El descendimiento” en el Museo Nacional de Bellas Artes.
El pueblo de Ránquil también esta íntimamente ligado a la hacienda de la que hereda su nombre. Luego de la expulsión de los Jesuitas a mediados del siglo XVIII, dicha hacienda pasó por diversas manos hasta ser adquirida en 1905 por la familia Wördemann/Werner, que la ha trabajado desde entonces. Querida y reconocida por los pequeños agricultores y vecinos de Ránquil debido a su enorme generosidad, la familia ha mantenido por más de un siglo la propiedad y, en particular, sus viñedos. Indisolublemente ligada a esta tierra, entre sus miembros más notorios se destaca doña Emilia Werner, primera alcaldesa del país (¡se piensa que incluso de Sudamérica!) quien se desempeñó en ese cargo entre 1927-1931.
El campo, perteneciente a la recién creada Región de Ñuble, se encuentra enclavado en la Cordillera de la Costa. Se caracteriza por sus suaves colinas de granito cuyos suelos tienen una alta presencia de cuarzo en todo su perfil. Su clima templado nos da posibilidades de experimentar e innovar con variedades francesas, italianas y españolas adaptadas a las características del Secano Interior del Itata. Debido a su latitud, el periodo estival aquí es moderado, lo que le otorga un particular carácter a las uvas.
Campo Ránquil llega hoy a Morandé gracias al interés de sus dueños y de la viña por preservar este pedazo de historia campesina, mantener sus viñas centenarias y proyectarlas al futuro. Confiamos en que todas sus variedades mostrarán el gran potencial que encierran sus colinas graníticas y sus múltiples exposiciones y quebradas.
Este 2020 empezó con el manejo de diez hectáreas de cepa país y cabernet sauvignon de más de 80 años, las que nos han sorprendido por su pureza varietal, especialmente la del cabernet, que muestra carácter y elegancia. Al mismo tiempo iniciamos un plan para injertar parras en otras nueve hectáreas con el objeto de ampliar la paleta de sabores y aromas de nuestros futuros vinos. Ellas aportarán también al espíritu pionero que nos ha caracterizado desde nuestra fundación y que nos lleva a explorar uvas y desarrollar vinos de calidad en terruños específicos y muchas veces desconocidos, los que creemos son de gran valor e interés enológico.
Nuestro sello distintivo está en esos diversos parajes, uvas y personas que nos ayudan a materializar nuestros sueños.
Ricardo Baettig
Enólogo Viña Morandé